Cuando hablamos de la provincia de Flandes Occidental, en Bélgica, automáticamente nuestra imaginación vuela hacia la mágica ciudad de Brujas. Sus románticos canales, sus bucólicos puentes, sus maravillosos cisnes… Sin embargo, pocas personas conocen que, a tan solo 6 kilómetros, existe un pequeño pueblo donde el tiempo fluye mucho, mucho más despacio: Damme.
El pueblo de Damme se ubica a lo largo de un vasto paisaje de pólderes (muy a la holandesa) y su población vive en un ritmo diferente. Se dice que tanto las personas que viven allí (unas 11.000) como aquellas que visitan el lugar se toman el tiempo para buscar las cosas que son realmente importantes en la vida. Nada de ajetreo, nada de bullicio. Solo paz, espacio, relajación, silencio y calidad de vida.
Cuando uno se adentra en las calles o contempla el histórico ayuntamiento, llama la atención encontrarse un perro como símbolo. Cuenta la leyenda que antes de que los primeros habitantes pudieran fundar la ciudad, allá por el siglo XII, tuvieron que matar a un perro demoníaco que rondaba por la zona. Sin embargo, la historia real de la fundación está más orientada a los intereses económicos: en la primera mitad del siglo XII, Brujas consiguió una estupenda conexión directa con el Mar del Norte debido a unas inundaciones. Este desastre natural dejó un profundo y ancho canal, el Zwin, que permitía a los barcos entrar varios kilómetros tierra adentro, lo que era ideal para comerciar. Sin embargo, los barcos más grandes no podían entrar hasta la misma Brujas, así que se construyó un dique en las afueras y desde este hasta la ciudad las mercancías se transferían a barcos más pequeños e interiores. Era cuestión de tiempo que alrededor de ese dique se creara un nuevo centro residencial y económico: Damme.
Son muchas las razones para visitar este maravilloso oasis de Flandes y, para empezar, aquí te vamos a ofrecer cuatro de ellas.
Es ideal para los amantes de la naturaleza a los que les gusta andar o ir en bicicleta.
El plan ideal es llegar hasta la ciudad de Brujas y, desde allí, caminar hasta Damme (alrededor de hora y media) o ir en bicicleta (alrededor de 30 minutos). Tanto al lado de la estación de tren de Brujas como en el centro (junto a la Torre Belfort) se pueden alquilar bicicletas a un módico precio. Desde la estación de tren el trayecto es bastante más cómodo porque se evita pasar por todo el adoquinado de la ciudad, y la puerta de la antigua muralla llamada Dampoort es la que conecta de manera directa con el camino de árboles y con el carril-bici que llevan directamente hasta Damme.
En Bélgica, siempre es muy recomendable mirar con antelación el tiempo que hará y las probabilidades de lluvia. En un día despejado veremos como nuestro camino fluye al lado del canal Damse Vaart, donde es posible ver a familias y grupos de amigos practicando piragüismo y otros deportes similares. Y, si es nuestro día de suerte, veremos emigraciones de diversas aves por encima de nuestras cabezas, como las de los gansos.
Caminar por el centro de Damme nos traslada a un mundo de monumentos, cervecerías y buenos restaurantes.
A pesar de su pequeño tamaño, Damme es un centro histórico y cultural importante con diversos monumentos. Su ayuntamiento (siglo XV), sus icónicos molinos de viento, el castillo de Oostkerke o la iglesia de Nuestra Señora de la Ascensión (siglo XIII), son ejemplos de la belleza de sus construcciones.
Nunca podemos tampoco descuidar el arte culinario y la buena bebida. El pueblo cuenta con diversos restaurantes, uno incluso con estrella Michelín (De Zuidkant). Carne de res, bacalao, surtidos de quesos, anguila ahumada… aunque tal vez el plato estrella sea el pato salvaje con remolacha roja. Para la bebida, y puesto que estamos en Bélgica, ¿qué tal un vaso de cerveza? Damme tiene diversas microcervecerías que hacen las delicias de propios y extraños como la Bryggja, Damme Bier o Viven.
Si vas a pasear por la zona, puedes descargarte un mapa en Visit Damme.
Damme es Villa del Libro desde el año 1997.
Las personas amantes de los libros seguramente conozcan el fenómeno internacional llamado “Villa del Libro”. Son pequeñas poblaciones con encanto, cargadas de historia y plagadas de “librerías de viejo” y de segunda mano, que se agrupan en la llamada International Organisation of Book Towns. Damme obtuvo esta categoría en el año 1997. No solo, como el resto de este tipo de villas, concentra un asombroso número de librerías por habitante, sino que a lo largo del año celebra numerosas Ferias del Libro: el segundo domingo de cada mes, una general; y luego una vez al mes, otra específica (deporte y bienestar, amor y romance, jardines, viajar, niños y jóvenes, poesía…).
El pasado fronterizo y resistente de Damme está muy presente con las ruinas del fuerte mejor conservado de la Guerra de Sucesión Española.
La posición geográfica privilegiada del pueblo ha sido también, en parte, una maldición. Para evitar la entrada de conflictos, en el siglo XVII Damme se convirtió en una ciudad fortificada con una típica planta en forma de estrella formada por siete bastiones. Entre otras guerras, la Guerra de Sucesión Española (1701 – 1713) afectó a toda la zona y provocó la expansión de las fortalezas ya existentes, así como la construcción de otras nuevas.
Como recomendación para pasear y descubrir, se puede ir hasta la Fortaleza de Baviera (Fort van Beieren), que es el que mejor conservado queda de este periodo.
Texto | Miriam Meda.
Imágenes | Creative Commons CC-BY
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